jueves, 17 de noviembre de 2011

Galileo Galilei (fragmento) de Bertolt Brecht


SAGREDO. — No vayas a Florencia, Galilei.
GALILEI. — ¿Por qué no?
SAGREDO. — Porque allí gobiernan los monjes.
GALILEI. — En la corte florentina hay eruditos de nombre.
SAGREDO. — Lacayos.
GALILEI. — A ésos los tomaré de la cabeza y los arrastraré hasta el anteojo. También los monjes son seres humanos, Sagredo. También ellos capitulan ante la seducción de los hechos. No debes olvidar que Copérnico exigió que creyeran [25] a sus números, yo sólo exigiré que crean a sus propios ojos. Si la verdad es tan débil para defenderse a sí misma debe entonces pasar al ataque. Los tomaré de las cabezas y los obligaré a mirar por este anteojo.
SAGREDO. — Galilei, te veo tomar por el mal camino. Cuando el hombre vislumbra la verdad sobreviene la noche del infortunio y la hora de la ofuscación suena cuando ese hombre cree en la razón de las criaturas humanas. ¿De quién se dice que marcha con los ojos abiertos? Precisamente de aquel que camina hacia su perdición. ¿Cómo podrían dejar libre los poderosos a alguien que posee la verdad? ¿Aunque esa verdad sea dicha acerca de las más lejanas estrellas? ¿O crees tú acaso que el Papa oye tu verdad cuando tú dices que él está errado, y no oye al mismo tiempo que efectivamente está errado? ¿Crees acaso que sin más ni más escribirá en su diario: 10 de enero de 1610, hoy ha sido abolido el cielo? ¿Cómo puedes partir de la República con la verdad en el bolsillo para caer en las garras de príncipes y monjes con tu anteojo en la mano? Así como eres de desconfiado en tu ciencia así eres crédulo como un niño con todo lo que crees que te falicitaría medios para su cultivo. No crees en Aristóteles pero sí en el Gran Duque de Florencia. Cuando hace unos momentos te veía mirar por el anteojo y contemplar esos nuevos planetas, fue para mí como si te viera en medio de las llamaradas de la hoguera, y cuando dijiste que creías en las pruebas me pareció oler carne quemada. Tengo un gran aprecio por la ciencia, pero más por ti, mi querido amigo. ¡No vayas a Florencia, Galilei!
      GALILEI. — Si ellos me aceptan, allá iré.


fotografía de Garbi KW www.garbikw.com

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