sábado, 31 de diciembre de 2011

Canción de Navidad de Silvio Rodriguez



El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.
La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.

Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.

Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.

Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud;
pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.

Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó:
al que su cotidiana lucha
me da razones para amarle:
a aquel que nadie le cantó.



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viernes, 30 de diciembre de 2011

El anti-ciprés de Pedro Jesús de la Peña



Una vez planté un ciprés.
De mi tamaño.
Verja le dí, no tapia.
Agua y luz.
Malvarrosa cobijo en las adelfas
y sobre el ficus verde compañía.

Lo ví crecer
llamado a ser más alto
que mis generaciones,
varón y hembra a la vez
capaz de autoengendrarse.

Le ví mirarme
por las rendijas de la luna enorme,
en solitaria noche descampado,
y abrazarse a mi cuerpo como enjuto
perro de caza anclado en sus raíces.

Nacidos juntos y a la vez diversos
ninguna muerte iluminó su sombra
ni fundaron en él los cuerpos nido.
Me dio lo que le dí:
origen y conciencia de la belleza arbórea.

Era un ciprés para la vida.



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jueves, 29 de diciembre de 2011

Canción de la muerte de José de Espronceda



Débil mortal no te asuste
mi oscuridad ni mi nombre;
en mi seno encuentra el hombre
un término a su pesar.
Yo, compasiva, te ofrezco
lejos del mundo un asilo,
donde a mi sombra tranquilo
para siempre duerma en paz.

Isla yo soy del reposo
en medio el mar de la vida,
y el marinero allí olvida
la tormenta que pasó;
allí convidan al sueño
aguas puras sin murmullo,
allí se duerme al arrullo
de una brisa sin rumor.

Soy melancólico sauce
que su ramaje doliente
inclina sobre la frente
que arrugara el padecer,
y aduerme al hombre, y sus sienes
con fresco jugo rocía
mientras el ala sombría
bate el olvido sobre él.

Soy la virgen misteriosa
de los últimos amores,
y ofrezco un lecho de flores,
sin espina ni dolor,
y amante doy mi cariño
sin vanidad ni falsía;
no doy placer ni alegría,
más es eterno mi amor.

En mi la ciencia enmudece,
en mi concluye la duda
y árida, clara, desnuda,
enseño yo la verdad;
y de la vida y la muerte
al sabio muestro el arcano
cuando al fin abre mi mano
la puerta a la eternidad.

Ven y tu ardiente cabeza
entre mis manos reposa;
tu sueño, madre amorosa;
eterno regalaré;
ven y yace para siempre
en blanca cama mullida,
donde el silencio convida
al reposo y al no ser.

Deja que inquieten al hombre
que loco al mundo se lanza;
mentiras de la esperanza,
recuerdos del bien que huyó;
mentiras son sus amores,
mentiras son sus victorias,
y son mentiras sus glorias,
y mentira su ilusión.

Cierre mi mano piadosa
tus ojos al blanco sueño,
y empape suave beleño
tus lágrimas de dolor.
Yo calmaré tu quebranto
y tus dolientes gemidos,
apagando los latidos
de tu herido corazón.


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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ergo bibamus de Johann Wolfgang von Goethe



Unidos aquí estamos para una acción laudable;
por tanto, hermanos míos, arriba. Ergo bibamus!
Resuenen nuestros vasos y callen nuestras lenguas;
levantar vuestras almas muy bien. Ergo bibamus!

He aquí una sentencia tan vieja como sabia;
conserva su vigencia hoy lo mismo que antaño,
y un eco nos aporta de espléndidos festines,
esta jovial y grata consigna: Ergo bibamus!

Hoy he visto a mi dulce amada placentera;
al punto fui y me dije: "Bueno está. Ergo bibamus!"
Me acerqué sin recelo y ella me acogió bien.
Y entonces repetí mi alegre Ergo bibamus!

Mas lo mismo si os mima y os acaricia y besa,
que si nos niega adusta su corazón y brazos,
¿qué recurso nos queda, mientras no nos sonríe,
que de nuevo apelar al viejo Ergo bibamus!

De los amigos lejos cruel destino me lleva.
¡Oh fieles camaradas! ¿Qué hacer? Ergo bibamus!
Ya me marcho cargado con liviano bagaje;
quiere decir se impone un doble Ergo bibamus!

Y aunque a veces el cuerpo la carcoma nos roa,
nunca de la alegría vacío el tesoro hallamos;
que el alegre al alegre suele prestar rumboso,
así que, hermanos mios, ¡venga un Ergo bibamus!

Ahora bien: ¿qué debemos cantar en este día?
¡Yo tan sólo pensaba cantar Ergo bibamus!
Pero recuero ahora su especial importancia;
así que alzar las voces. De nuevo Ergo bibamus!

Este día se nos mete la dicha por la puerta;
resplandecen las nubes, tiembla el trigo dorado;
y una imagen divina brilla ante nuestros ojos;
así que alegremente cantad Ergo bibamus!



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martes, 27 de diciembre de 2011

Para amar correctamente a una funambulista de Tito Muñoz


Júrale que tu amor es para siempremientras le das un ramo de leopardos.Móntala a lomos del mayor elefante,hazle un triple mortal con siete manos.Sumérgete en su mar de lentejuelas,en la rejilla de sus medias vencidas,dispara tu sonrisa de hombre bala,atraviesa sereno sus zarcillos en llamas.Saca pañuelos de seda por la boca,que parezcan palabras enlazadas,aguanta en la nariz una pelota,haz el payaso de las bofetadas.Le encantará que metas la cabezaentre las fauces del león de guardia,que tu silueta la dibujen puñales,que camines sin red por la alambrada.Después, el carromato colorado,la mirada traviesa de la mujer barbuda,el riesgo de la altura y los enanoste llevarán al vértigo que anhelas.El mayor espectáculo del mundo te aguarda entre sus piernas.


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lunes, 26 de diciembre de 2011

El Eclipse de Augusto Monterroso


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

“Si me matáis” les dijo “puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura”.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.


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domingo, 25 de diciembre de 2011

El niño cinco mil millones de Mario Benedetti


En un día del año 1987 nació el niño Cinco Mil Millones. Vino sin etiqueta, así que podía ser negro, blanco, amarillo, etc. Muchos países, en ese día eligieron al azar un niño Cinco Mil Millones para homenajearlo y hasta para filmarlo y grabar su primer llanto.

Sin embargo, el verdadero niño Cinco Mil Millones no fue homenajeado ni filmado ni acaso tuvo energías para su primer llanto. Mucho antes de nacer ya tenía hambre. Un hambre atroz. Un hambre vieja. Cuando por fin movió sus dedos, éstos tocaron tierra seca. Cuarteada y seca. Tierra con grietas y esqueletos de perros o de camellos o de vacas. También con el esqueleto del niño 4,999,999,999.

El verdadero niño Cinco Mil Millones tenía hambre y sed, pero su madre tenía más hambre y más sed y sus pechos oscuros eran como tierra exahusta. Junto a ella, el abuelo del niño tenía hambre y sed más antiguas aún y ya no encontraba en si mismo ganas de pensar o creer.

Una semana después el niño Cinco Mil Millones era un minúsculo esqueleto y en consecuencia disminuyó en algo el horrible riesgo de que el planeta llegara a estar superpoblado


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sábado, 24 de diciembre de 2011

Las personas curvas de Jesús Lizano


A mí me gustan las personas curvas,
las ideas curvas,
los caminos curvos,
porque el mundo es curvo
y la tierra es curva
y el movimiento es curvo;
y me gustan las curvas
y los pechos curvos
y los culos curvos,
los sentimientos curvos;
la ebriedad: es curva;
las palabras curvas:
el amor es curvo;
¡el vientre es curvo!;
lo diverso es curvo.

A mí me gustan los mundos curvos;
el mar es curvo,
la risa es curva,
la alegría es curva,
el dolor es curvo;
las uvas: curvas;
las naranjas: curvas;
los labios: curvos;
y los sueños; curvos;
los paraísos, curvos
(no hay otros paraísos);
a mí me gusta la anarquía curva.
El día es curvo
y la noche es curva;
¡la aventura es curva!

Y no me gustan las personas rectas,
el mundo recto,
las ideas rectas;
a mí me gustan las manos curvas,
los poemas curvos,
las horas curvas:
¡contemplar es curvo!;
(en las que puedes contemplar las curvas
y conocer la tierra);
los instrumentos curvos,
no los cuchillos, no las leyes:
no me gustan las leyes porque son rectas,
no me gustan las cosas rectas;
los suspiros: curvos;
los besos: curvos;
las caricias: curvas.

Y la paciencia es curva.

El pan es curvo
y la metralla recta.

No me gustan las cosas rectas
ni la línea recta:
se pierden
todas las líneas rectas;
no me gusta la muerte porque es recta,
es la cosa más recta, lo escondido
detrás de las cosas rectas;
ni los maestros rectos
ni las maestras rectas:
a mí me gustan los maestros curvos,
las maestras curvas.
No los dioses rectos:
¡libérennos los dioses curvos de los dioses rectos!

El baño es curvo,
la verdad es curva,
yo no resisto las verdades rectas.
Vivir es curvo,
la poesía es curva,
el corazón es curvo.
A mí me gustan las personas curvas
y huyo, es la peste, de las personas rectas.



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viernes, 23 de diciembre de 2011

Tiempo mezquino de Claudio Rodriguez



Hoy con el viento del Norte
me ha venido aquella historia.
Mal andaban por entonces
mis pies y peor mi boca
en aquella ciudad de hosco
censo, de miseria y de honra.
Entre la vieja costumbre
de rapiña y de lisonja,
de pobre encuesta y de saldo
barato, iba ya muy coja
mi juventud. ¿Por qué lo hice?
Me avergüenzo de mi boca
no por aquellas palabras
sino por aquella boca
que besó. ¿Qué tiempo hace
de ello? ¿Quién me lo reprocha?
Un sabor a almendra amarga
queda, un sabor a carcoma;
sabor a traición, a cuerpo
vendido, a caricia pocha.

Ojalá el tiempo tan sólo
fuera lo que se ama. Se odia
y es tiempo también. Y es canto.
Te odié entonces y hoy me importa
recordarte, verte enfrente
sin que nadie nos socorra
y amarte otra vez, y odiarte
de nuevo. Te beso ahora
y te traiciono ahora sobre
tu cuerpo. ¿Quién no negocia
con lo poco que posee?
Si ayer fue venta, hoy es compra;
mañana, arrepentimiento.
No es la sola hora la aurora.



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jueves, 22 de diciembre de 2011

Insomnio de Dámaso Alonso



Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
                                                       (según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo
en este nicho en el que hace 45 años que me pudro,
y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros,
o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad
                                                                                             de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?



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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos de Cesare Pavese



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esa muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.



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martes, 20 de diciembre de 2011

No volveré a ser joven de Jaime Gil de Biedma



Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde
-como todos los jóvenes, yo vine
a llevarme la vida por delante.

Dejar huella quería
y marcharme entre aplausos
-envejecer, morir, eran tan sólo
las dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempo
y la verdad desagradable asoma:
envejecer, morir,
es el único argumento de la obra



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Me va la vida en ello de Luis Eduardo Aute (interpretada por Silvio Rodriguez)


Contiene los versos inspirados en este poema:


Cierto que cuando aprendí que la vida iba en serio
quise quemarla deprisa jugando con fuego

lunes, 19 de diciembre de 2011

Humana voz de Vicente Aleixandre



Duele la cicatriz de la luz,
duele en el suelo la misma sombra de los dientes,
duele todo,
hasta el zapato triste que se lo llevó el río.

Duelen las plumas del gallo,
de tantos colores
que la frente no sabe qué postura tomar
ante el rojo cruel del poniente.

Duele el alma amarilla o una avellana lenta,
la que rodó mejilla abajo cuando estábamos dentro del agua
y las lágrimas no se sentían más que al tacto.

Duele la avispa fraudulenta
que a veces bajo la tetilla izquierda
imita un corazón o un latido,
amarilla como el azufre no tocado
o las manos del muerto a quien queríamos.

Duele la habitación como la caja del pecho,
donde las palomas blancas como sangre
pasan bajo la piel sin pararse en los labios
a hundirse en las entrañas con sus alas cerradas.

Duele el día, la noche,
duele el viento gemido,
duele la ira o espada seca,
aquello que se besa cuando es de noche.

Tristeza. Duele el candor, la ciencia,
el hierro, la cintura,
los límites y esos brazos abiertos, horizonte
como corona contra las sienes.

Duele el dolor. Te amo.
Duele, duele. Te amo.
Duele la tierra o uña,
espejo en que estas letras se reflejan.



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domingo, 18 de diciembre de 2011

Panfleto de Amadeo Rojo Morientes


                                           
                    
















a JMRM

Vuela hojarasca, agita rincones
Un eco responde, al grito que pide
Terminen temores
Reclaman consuelo , en noches febriles
Durante su lucha, alzan remolinos
Suenan estertores

Vuela hojarasca agita rincones
Descubre entre el polvo, huraños los nombres
De tantos y tantos que siguen atentos
Los hechos que cuentan de ayer los panfletos

Mañana en papeles se ve, se refleja
Que falta una silla, que sobra en la mesa
Un cuadro pintado, parece Magritte
No avanza la hora del reloj de Dalí
Todo es aun más lento, parece mentira
Contar sin palabras tanta fantasía

Un árbol desnudo marcado resiste
Son tantas las flechas que siente su herida
Se pierde hojarasca llegado el otoño
Las calles se cansan, anochece del todo


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sábado, 17 de diciembre de 2011

El Dolor de León Felipe





No he venido a cantar
No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra.
No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente
para que me canonicen cuando muera.
He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar,
por el río
y por la nube...
y en las lágrimas que se esconden
en el pozo,
en la noche
y en la sangre...

He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo.
Y también a poner una gota de azogue, de llanto,
una gota siquiera de mi llanto
en la gran luna de este espejo sin límites, donde
[me miren y se reconozcan los que vengan.
He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas:
Ganarás el pan con el sudor de tu frente
"y la luz con el dolor de tus ojos".
Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz.



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viernes, 16 de diciembre de 2011

Las partículas elementales (fragmento) de Michel Houellebecq



Según el testimonio de las escasas personas que vieron a Djerzinski en Irlanda durante las últimas semanas, parecía sentir una especie de aceptación. Su rostro ansioso e inestable se había serenado. Andaba durante mucho tiempo y sin meta precisa por la Sky Road, daba largospaseos de soñador; caminaba en presencia del cielo. La carretera del oeste serpenteaba a lo largo de las colinas, alternativamente abrupta y suave. El mar resplandecía, refractaba una luz cambiante sobre los últimos islotes rocosos. En rápida deriva sobre el horizonte, las nubes
formaban una masa luminosa y confusa, como una extraña presencia material. Caminaba durante mucho tiempo, sin esfuerzo, con el rostro bañado en una bruma acuática y ligera. Sabía que sus trabajos estaban terminados. En la habitación que había transformado en despacho, cuya ventana daba a la punta de Errislannan, había puesto en orden sus notas; varios centenares de páginas que trataban de los temas más variados. El resultado de sus trabajos científicos propiamente dichos cabía en ochenta páginas mecanografiadas; no había juzgado necesario detallar los cálculos.

El 27 de marzo del 2009, al caer la tarde, fue a la oficina de correos de Galway. Envió un ejemplar de sus trabajos a la Academia de Ciencias de París y otro a la revista Nature, en Gran Bretaña. Sobre lo que ocurrió después, no hay ninguna certeza. El hecho de que encontraran
su coche junto a Aughrus Point reforzó la hipótesis del suicidio, sobre todo porque ni Walcott ni ningún técnico del centro se mostraron realmente sorprendidos por este desenlace. «Había en él algo espantosamente triste», declaró Walcott; «creo que era el ser más triste que he conocido en mi vida, y aun así la palabra tristeza me parece demasiado suave; más bien debería decir que había en él algo destruido, completamente arrasado. Siempre tuve la impresión de que la vida era una carga para él, que ya no sentía el menor vínculo con ninguna cosa viva. Creo que resistió justo el tiempo necesario para acabar sus trabajos, y que ninguno de nosotros puede siquiera imaginar el esfuerzo que eso le costó.»

Sin embargo, el misterio siguió rodeando la desaparición de Djerzinski, y el hecho de que nunca encontrasen su cuerpo dio pie a una leyenda tenaz según la cual se habría marchado a Asia, en concreto al Tibet, para contrastar sus trabajos con ciertas enseñanzas de la tradición
budista. Esta hipótesis se ha visto unánimemente rechazada en la actualidad. Por una parte, no se ha podido descubrir la menor huella de un pasaje aéreo fuera de Irlanda; por otra parte, los dibujos trazados en las últimas páginas de su cuaderno de notas, que durante cierto tiempo se tomaron por mándalas, fueron finalmente identificados como combinaciones de símbolos celtas semejantes a los que se encuentran en el Book of Kells.
Ahora creemos que Michel Djerzinski encontró la muerte en Irlanda, en el mismo lugar que eligió para vivir sus últimos años. Creemos también que cuando terminó sus trabajos, sintiéndose desprovisto de cualquier lazo humano, decidió morir. Numerosos testimonios dan fe de su fascinación por ese último extremo del mundo occidental, constantemente bañado en una luz cambiante y suave, por el que tanto le gustaba pasear; donde, como escribió en una de sus últimas notas, «el cielo, la luz y el agua se confunden». Actualmente creemos que Michel Djerzinski se adentró en el mar.


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miércoles, 14 de diciembre de 2011

La conjura de los necios (fragmento) de John Kennedy Toole


La mente pervertida (y sospecho que excesivamente peligrosa) de Clyde ha ideado un medio más de empequeñecer este yo mío prácticamente invencible. Pensé al principio que podría haber hallado un padre subrogado en el zar de la salchicha, el magnate de la carne. Pero el resentimiento y la envidia que le inspiro aumentan día a día; no hay duda de que al final le asfixiarán y destruirán su mente. La grandeza de mi psique, la complejidad de mi visión del mundo, la decencia y el buen gusto que revela mi porte, la gracia con que me muevo y actúo en el cenagal del mundo de hoy… todo esto confunde y asombra a mismo tiempo a Clyde. Ahora, me ha relegado a trabajar en el Barrio Francés, zona que alberga todos los vicios que el hombre haya concebido en sus aberraciones más demenciales, incluyendo, supongo yo, algunas variantes modernas que habrán hecho posibles las maravillas de la ciencia. El Barrio Francés no debe diferenciarse gran cosa, supongo, de Soho y de ciertos lugares de África del Norte. Sin embargo, los habitantes del Barrio Francés, bendecidos por la tenacidad y el sentido práctico norteamericanos, probablemente se entreguen en este momento afanosamente a igualar y sobrepasar en variedad e imaginación las diversiones de que gozan los residentes de esos otros emporios mundiales de la degradación humana.

Es evidente que una zona como el Barrio Francés no es el medio adecuado para un joven de buenas costumbres, casto, prudente e impresionable como vuestro chico trabajador. ¿Habrían sido capaces de superar tales obstáculos Edison, Ford y Rockefeller?

La mente diabólica de Clyde no se ha detenido en una humillación tan simple, sin embargo. Como supuestamente he de manejar lo que Clyde llama “El mercado turístico”, se me ha ataviado con una especie de disfraz.

[ A juzgar por los clientes que he tenido este primer día en la nueva ruta, los “turistas” parecen ser los mismos viejos vagabundos a quienes vendía en el barrio comercial. En un estupor provocado por el vino infecto, han ido bajando sin duda al Barrio Francés y así, para la mente senil de Clyde, quedan clasificados como “turistas”. Me pregunto si Clyde habrá tenido siquiera una oportunidad de ver a los fracasados, a los vagabundos andrajosos que compran los productos Paraíso y, al parecer, subsisten a base de ellos. Entre los otros vendedores ( itinerantes achacosos y enfermos que se llaman más o menos Camarada, Viejo, Tío, Campeón y As) y mis clientes, estoy, al parecer, atrapado en un limo de almas perdidas. Sin embargo, el simple hecho de que hayan alcanzado estrepitosos fracasos en nuestro siglo, les da una cierta calidad espiritual. En realidad, pueden ser (esas andrajosas ruinas)  los santos de nuestra época: Viejos negros maravillosamente machacados de tostados ojos; vagabundos tronados venidos de los páramos de Texas y de Oklahoma; campesinos arruinados que buscan refugio en pensiones urbanas infestadas de roedores.

“Sin embarbo, espero que en mi senectud no tenga que depender de las salchichas para mi manutención. La venta de mis obras literarias quizás aporte algún beneficio. En caso necesario, siempre podría recurrir al circuito de conferencias, siguiendo los pasos de esa espectral M.Minkoff, cuyas ofensas a la decencia y el buen gusto ya han sido descritas a los lectores con detalle, a fin de extirpar los disparates e indecencias que habrá esparcido ella por las diversas salas de conferencias del país. Pero quizás haya alguna persona de calidad entre el público de su primera conferencia que la agarre y la baje del estrado y la azote un poquito en sus zonas erógenas. Pese a las cualidades espirituales que esta chica pueda poseer, los barrios bajos son, sin duda alguna, algo que está por debajo del nivel aceptable en cuestión de comodidad material, y dudo seriamente que mi físico sólido y bien formado se adaptase fácilmente a dormir en las callejuelas. Tendería más bien, sin duda, a utilizar los bancos de los parques. En consecuencia, mi propio tamaño es una salvaguarda contra esta tendencia mía a hundirme cada vez más profundamente dentro de la estructura de nuestra sociedad. (No creo, en realidad, que uno tenga necesariamente que rascar el fondo, como si dijésemos para poder enfocar subjetivamente a su sociedad. En vez de moverse verticalmente hacia abajo, uno debe moverse horizontalmente hacia fuera, hacia un punto lo suficientemente distanciado donde no quede inevitablemente desterrad un mínimo de comodidad material. En esa posición estaba yo – al margen mismo de nuestra era- cuando la intemperancia cataclismática de mi madre, como el lector bien sabe, me catapultó al remolino febril de la vida contemporánea,. Para ser absolutamente sincero, he de decir que, desde entonces, las cosas han ido de mal en peor. La situación se ha deteriorado . Minkoff, me llama desapasionada, se ha vuelto contra mi, Hasta mi madre, el agente de mi destrucción, ha empezado a morder la mano que la alimenta. El ciclo es cada vez más bajo. ¡ Oh, Fortuna, sombra caprichosa! ) Personalmente, he descubierto que la falta de comida y de comodidades, en vez de ennoblecer el espíritu, crea sólo ansiedad dentro de a psique humana y canaliza los mejores impulsos del individuo únicamente hacia el fin de lograr algo que comer, Aunque tengo una Rica Vida Interior, preciso tener también algo de comida y alguna que otra comodidad.]

Pero volvamos a la cuestión que nos ocupa: la venganza de Clyde. El vendedor que tenía antes la ruta del Barrio Francés, llevaba un absurdo atuendo de pirata, un guiño de Vendedores Paraíso al folklore y la historia de Nueva Orleáns, una tentativa clydiana de relacionar la salchicha con la leyenda criolla, Clyde me obligó a probármelo en el garaje. El traje, claro está, había sido confeccionado según las medidas de la constitución tuberculosa y subdesarrollada del antiguo vendedor, y pese a los muchos tirones, inhalaciones y esfuerzos, fue imposible encerrar en él mi cuerpo musculoso. Hubo de llegar, en consecuencia, a una especie de compromiso. Até en mi gorra el pañuelo pirata de satén rojo. Me atornillé en el lóbulo izquierdo el pendiente dorado, una versión grandes almacenes. Fijé el sable negro de plástico al costado de mi ropón blanco de vendedor con un imperdible. Un pirata muy poco impresionante, dirán los lectores. Sin embargo, cuando me contemplé en el espejo, hube de admitir que tenía un aspecto sobrecogedor y dramático. Blandiendo el sable de plástico hacia Clyde, grité: “¡Salid a la pasarela, almirante, es un motín!” Esto, debería haberme dado cuenta fue demasiado para su mentalidad literal y salchichesca. Se asustó muchísimo y procedió a atacarme con su tenedor, como un chuzo. Evolucionamos por el garaje como dos espadachines en una película histórica particularmente inepta, durante unos instantes, tenedor y sable repiqueteando uno contra otro demencialmente. Dándome cuente de que mi arma de plástico no podía igualar a un largo tenedor esgrimido por un matusalén alucinado, comprendiendo que estaba despertando los peores instintos de Clyde, intenté poner fin a aquel pequeño duelo. Pronuncié palabras pacificadoras, rogué, me rendí por último. Aún así, Clyde seguía asediándome, mi disfraz de pirata le parecía tan perfecto que al parecer le había convencido de que habíamos vuelto a los tiempos dorados de la vieja Nueva Orlean romántica, cuando los caballeros decidían las cuestiones de honor salchichesco a veinte pasos. Fue entonces cuando se encendió la luz en mi mente compleja. Sé que Clyde intentaba, en realidad, matarme. Habría sido una excusa perfecta: defensa propia. Me había puesto e sus manos. Por suerte para mí caí al suelo. Me había apoyado en uno de los carros, perdí mi equilibrio, siempre precario y me desplomé. Aunque me di un golpe en la cabeza, bastante doloroso por cierto, contra el carro, grité afablemente desde el suelo: “Ganasteis vos, caballero”. Luego, en silencio, rendí homenaje a la Fortuna Clemente que me había librado de morir trinchado con un tenedor herrumbroso. 


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martes, 13 de diciembre de 2011

Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo



Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía, es mejor vivir
con la alegría de los hombres,
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada,
te sentirás perdida o sola,
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto,
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Un hombre sólo, una mujer
así, tomados de uno en uno,
son como polvo, no son nada.

Pero yo cuando te hablo a ti,
cuando te escribo estas palabras,
pienso también en otros hombres.

Tu destino está en los demás,
tu futuro es tu propia vida,
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas,
que les ayude tu alegría,
tu canción entre sus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.

Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares,
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname, no sé decirte
nada más, pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre, siempre, acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.



ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/

lunes, 12 de diciembre de 2011

La voz a ti debida de Pedro Salinas



Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.



ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/

domingo, 11 de diciembre de 2011

El paraíso perdido (fragmento) de John Milton


Cuando Beelzebuh se apercibió de esta disposición (nadie excepto Satanás ocupa un rango tan elevado) se levantó con grave ademán y al levantarse parecía una columna del Estado. Los cuidados públicos y la reflexión se ven profundamente grabados en su frente: y en sus facciones majestuosas, aunque desfiguradas, se leían las decisiones del consejo de un rey. Con aspecto severo, permaneció de pie mostrando sus hombros de Atlas capaces de soportar el peso de las mas poderosas monarquías. Su mirada domina al auditorio, y mientras habla permanece todo él tan tranquilo y silencioso como la noche ó como el aire del medio día de un día de verano.

- Tronos y potencias imperiales, hijos del cielo, virtudes etéreas ¿debemos renunciar a nuestros títulos, y cambiando de estilo, llamarnos príncipes del infierno? Porque según veo, el voto popular se inclina a permanecer aquí y fundar en este sitio un imperio creciente; pero sin duda cuando incurrimos en este error ignoramos que el Rey del cielo nos ha designado este lugar, este calabozo, no como un retiro seguro, fuera del alcance de su brazo poderosos, para vivir en él exento de la alta jurisdicción del cielo en una nueva liga, formada contra su trono, sino para permanecer en la mas estrecha esclavitud, aunque tan lejos de él, y bajo el yugo ineludible reservado a su cautiva multitud? En canto a él, tened por cierto que tanto en la altura de los cielos como en l profundidad del abismo reinará el primero y el último, como único rey no habiendo perdido por nuestra rebelión ni una pequeña parte de su reino. Extenderá aun más su imperio sobre el infierno, y nos gobernará aquí con un cetro de hierro, como gobierna a los habitantes del cielo con un cetro de oro.

¿A qué viene , pues, permanecer aquí, deliberando sobre la paz o la guerra? Nos determinamos por esto, y hemos sido destrozados con una pérdida irreparable. Nadie ha solicitado o implorado aun condiciones de paz, porque ¿cuál sería la que se concediese a nosotros, los esclavos, sino duros calabozos, y golpes, y castigos arbitrariamente impuestos? Y ¿qué paz podemos dar en cambio, sino la que está en nuestro poder, es decir, hostilidades y odio, repugnancia invencible, y venganza, aunque tardía, y conspirando siempre, buscar los medios de que el conquistador se aproveche menos de su conquista, y pueda recrearse menos en los tormentos que sufrimos y sentimos más? No nos faltará la ocasión; no tendremos necesidad de aventurar una expedición peligrosa para invadir el cielo cuyas altas murallas no temen sitio ni asalto, ni las emboscadas del infierno!

¿No podríamos encontrar otro medio más fácil? Si la antigua y profética tradición del cielo no es falsa, existe un lugar, otro mundo, morada dichosa de una nueva criatura llamada Hombre. En estos tiempos, a poca diferencia, ha debido ser creada semejante a nosotros, aunque menos en poder y en excelencia: pero más favorecida por aquel que lo dirige todo allá arriba. Tal ha sido la voluntad del Todopoderoso declarada ante los dioses y que confirmó un juramento que conmovió a toda la circunferencia del cielo. Hacia ese sitio deben dirigirse todos nuestros pensamientos a fin de saber qué criaturas habitan aquel mundo, qué forma u qué sustancia son las suyas, cuál es su fuerza y su debilidad, si pueden ser más bien atacados por el engaño que por la fuerza. Aunque el cielo esté cerrado para nosotros, y su soberano árbitro tenga en él su seguro asiento confiado en sus propias fuerzas, la nueva morada puede estar abierta en los confines más remotos del reino de ese Monarca, y abandonada a la defensa de los que la habitan: allí podríamos quizá llevar a cabo alguna aventura provechosa por medio de un previsto ataque, ya devastemos con el fuego del Infierno su creación entera, ya nos apoderemos de ella como de nuestro propio bien, y arrojemos del mismo modo que hemos sido arrojados a sus débiles posesores: o si no le arrojamos, podremos atraerlos a nuestro partido de modo que su Dios se convierta en su enemigo, y con una mano arrepentida destruya su propia obra, Esto sería mucho mejor que una venganza ordinaria e interrumpiría el placer que nuestra confusión causa al vencedor: de su turbación nacería nuestro gozo, cuando viera que sus hijos queridos, precipitados en este sitio para sufrir con nosotros, maldecirían su frágil ser, y su dicha tan pronto marchita. Pensad si vale esto la pena de intentarse, o si debemos más bien acurrucados en las tinieblas


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sábado, 10 de diciembre de 2011

El Tren Expreso de Oliverio Girondo

                                                    
A D.Gabriel Alomar

Los vagones resbalan
sobre los trastes de la vía,
para cantar en sus dos cuerdas
la reciedumbre del paisaje.

Campos de piedra,
donde las vidas sacan
una mano amenazante
de bajo tierra.

Jamelgos que llevan
una vida de asceta,
con objeto de entrar
en la plaza de toros.

Chanchos enloquecidos de flacura
que se creen una Salomé
porque tienen las nalgas muy rosadas.

Sobre la cresta de los peñones,
vestidas de primera comunión,
las casas de los aldeanos se arrodillan
a los pies de la iglesia,
se aprietan unas a otras,
la levantan
como si fuera una custodia,
se anestesian de siesta
y de repiqueteo de campana.

A riesgo de que el viaje termine para siempre,
la locomotora hace pasar las piedras
a diez y seis kilómetros
y cuando ya no puede más,
se detiene, jadeante.

A veces <<suele>> acontecer
que precisamente allí
se encuentra una estación.

¡Campanas! ¡Silbidos! ¡Gritos!;
y el maquinista, que se despide siete veces
del jefe de la estación;
y el loro, que es el único pasajero que protesta
por las catorce horas de retardo;
y las chicas que vienen a ver pasar el tren
porque es lo único que pasa.

De repente,
los vagones resbalan
sobre los trastes de la vía,
para cantar en sus dos cuerdas
la reciedumbre del paisaje.

Campos de piedra
de donde las vides sacan
una mano amenazante
de bajo tierra.

Jamelgos que llevan
una vida de asceta,
con objeto de entrar
en la plaza de toros.

Chanchos enloquecidos de flacura
que se creen una Salomé
porque tienen las nalgas muy rosadas.

En los compartimentos de primera,
las butacas nos atornillan sus elásticos
y nos descorchan un riñon,
en tanto que las arañas
realizan sus ejercicios de bombero
alrededor de la lamparilla
que se incendia en el techo.

A riesgo de que el viaje termine para siempre
la locomotora hace pasar las piedras
a diez y seis kilómetros,
y cuando ya no puede más,
se detiene, jadeante.

¿Llegaremos al alba,
o mañana al atardecer…?
A través de la borra de las ventanillas,
el crespúculo espanta
a los rebaños de sombras
que salen de abajo de las rocas
mientras nos vamos sepultando
en una luz de catacumba.

Se oye:
el canto de las mujeres
que mondan las legumbres
del puchero de pasado mañana;
el ronquido de los soldados
que, sin saber por qué,
nos trae la seguridad
de que se han sacado los botines;
los números del extracto de lotería,
que todos los pasajeros aprenden de memoria,
pues en los quioscos no han hallado
ninguna otra cosa para leer.

¡Si al menos pudiéramos arrimar un ojo
a alguno de los agujeritos que hay en el cielo!

¡Campanas! ¡Silbidos! ¡Gritos!;
y el maquinista, que se despide siete veces
del jefe de la estación;
y el loro, que es el único pasajero que protesta
por las catorce horas de retardo;
y las chicas que vienen a ver pasar el tren
porque es lo único que pasa.

De repente,
los vagones resbalan
sobre los trastes de la vía,
para cantar en sus dos cuerdas
la reciedumbre del paisaje.

¿España? ¿1870?...¿1923?...


ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/

viernes, 9 de diciembre de 2011

Contra Jaime Gil de Biedma de Jaime Gil de Biedma

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo no supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!



ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/