- Tronos y potencias imperiales, hijos del cielo, virtudes
etéreas ¿debemos renunciar a nuestros títulos, y cambiando de estilo, llamarnos
príncipes del infierno? Porque según veo, el voto popular se inclina a
permanecer aquí y fundar en este sitio un imperio creciente; pero sin duda
cuando incurrimos en este error ignoramos que el Rey del cielo nos ha designado
este lugar, este calabozo, no como un retiro seguro, fuera del alcance de su brazo
poderosos, para vivir en él exento de la alta jurisdicción del cielo en una
nueva liga, formada contra su trono, sino para permanecer en la mas estrecha
esclavitud, aunque tan lejos de él, y bajo el yugo ineludible reservado a su
cautiva multitud? En canto a él, tened por cierto que tanto en la altura de los
cielos como en l profundidad del abismo reinará el primero y el último, como único
rey no habiendo perdido por nuestra rebelión ni una pequeña parte de su reino. Extenderá
aun más su imperio sobre el infierno, y nos gobernará aquí con un cetro de
hierro, como gobierna a los habitantes del cielo con un cetro de oro.
¿A qué viene , pues, permanecer aquí, deliberando sobre la
paz o la guerra? Nos determinamos por esto, y hemos sido destrozados con una pérdida
irreparable. Nadie ha solicitado o implorado aun condiciones de paz, porque ¿cuál
sería la que se concediese a nosotros, los esclavos, sino duros calabozos, y
golpes, y castigos arbitrariamente impuestos? Y ¿qué paz podemos dar en cambio,
sino la que está en nuestro poder, es decir, hostilidades y odio, repugnancia
invencible, y venganza, aunque tardía, y conspirando siempre, buscar los medios
de que el conquistador se aproveche menos de su conquista, y pueda recrearse
menos en los tormentos que sufrimos y sentimos más? No nos faltará la ocasión;
no tendremos necesidad de aventurar una expedición peligrosa para invadir el
cielo cuyas altas murallas no temen sitio ni asalto, ni las emboscadas del
infierno!
¿No podríamos encontrar otro medio más fácil? Si la antigua y profética
tradición del cielo no es falsa, existe un lugar, otro mundo, morada dichosa de
una nueva criatura llamada Hombre. En estos tiempos, a poca diferencia, ha
debido ser creada semejante a nosotros, aunque menos en poder y en excelencia:
pero más favorecida por aquel que lo dirige todo allá arriba. Tal ha sido la
voluntad del Todopoderoso declarada ante los dioses y que confirmó un juramento
que conmovió a toda la circunferencia del cielo. Hacia ese sitio deben
dirigirse todos nuestros pensamientos a fin de saber qué criaturas habitan aquel
mundo, qué forma u qué sustancia son las suyas, cuál es su fuerza y su
debilidad, si pueden ser más bien atacados por el engaño que por la fuerza. Aunque
el cielo esté cerrado para nosotros, y su soberano árbitro tenga en él su
seguro asiento confiado en sus propias fuerzas, la nueva morada puede estar
abierta en los confines más remotos del reino de ese Monarca, y abandonada a la
defensa de los que la habitan: allí podríamos quizá llevar a cabo alguna
aventura provechosa por medio de un previsto ataque, ya devastemos con el fuego
del Infierno su creación entera, ya nos apoderemos de ella como de nuestro
propio bien, y arrojemos del mismo modo que hemos sido arrojados a sus débiles
posesores: o si no le arrojamos, podremos atraerlos a nuestro partido de modo
que su Dios se convierta en su enemigo, y con una mano arrepentida destruya su
propia obra, Esto sería mucho mejor que una venganza ordinaria e interrumpiría
el placer que nuestra confusión causa al vencedor: de su turbación nacería
nuestro gozo, cuando viera que sus hijos queridos, precipitados en este sitio
para sufrir con nosotros, maldecirían su frágil ser, y su dicha tan pronto
marchita. Pensad si vale esto la pena de intentarse, o si debemos más bien
acurrucados en las tinieblas
ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/
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