viernes, 20 de abril de 2012

La noche de José de Espronceda


En lúgubre silencio sepultados,
yacen los mares, cielo, tierra y viento;
la luna va, con tardo movimiento,
por medio de los astros enlutados.

Duerme el feliz pastor con sus ganados,
paran las aves su canoro acento,
y de la noche el manto soñoliento
al hombre da descanso en sus cuidados.

¡ Salve, oh luna ! Salud, nocturno velo,
tan deseado del dichoso amante;
así entoldases siempre el alto cielo,

y de Febo jamás la luz radiante,
iluminando el espacioso suelo,
viese mi llanto triste e incesante.

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