domingo, 11 de marzo de 2012

El Viejo y el Mar ( fragmento) de Ernest Hemingway



Probó una vez más y se sintió desfallecer cuando viró al pez. El pez se enderezó y salió nadando de nuevo lentamente, meneando en el aire su gran cola. “Probaré de nuevo”, prometió el viejo, aunque sus manos estaban ahora pulposas y sólo podía ver bien a intervalos.
Probó de nuevo y fue lo mismo. “Vaya-pensó, y se sintió desfallecer antes de empezar-. Voy a probar otra vez.”
Cogió todo su dolor y lo que quedaba de su fuerza y del orgullo que había perdido hacia mucho tiempo y lo enfrentó a la agonía del pez. Y éste se viró sobre su costado y nadó suavemente así, de costado, tocando, casi con el pico la tablazón del bote y empezó a pasarlo: largo, espeso, ancho, plateado y listado de púrpura e interminable en el agua.
El viejo soltó el sedal y puso su pie sobre él, y levantó el arpón tan alto como pudo y lo lanzó hacia abajo con toda su fuerza, y más fuerza que acababa de crear, al costado del pez, justamente detrás de la gran aleta pectoral que se elevaba en el aire, a la altura del pecho del hombre. Sintió que el hierro penetraba en el pez y se inclinó sobre él y lo forzó a penetrar más, y luego le echó encima todo su peso. Luego, el pez cobró vida, con la muerte en la entraña, y se levantó del agua, mostrando toda su gran longitud y anchura y todo su poder y su belleza. Pareció flotar en el aire sobre el viejo que estaba en el bote. Luego cayó en el agua con un estampido que arrojó un reguero de agua sobre el viejo y sobre todo el bote.
El viejo se sentía desfallecer y estaba mareado y no veía bien. Pero soltó el sedal del arpón y lo dejó correr lentamente entre sus manos en carne viva, y cuando pudo ver, vio que el pez estaba de espalda, con su plateado vientre hacia arriba. El mango del arpón se proyectaba en ángulo desde el hombro del pez y el mar se estaba tiñendo de la sangre roja de su corazón.


ilustración de Garbi KW http://www.garbikw.com/  

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